28 d’octubre del 2020

Stanley Kubrick. Esteve Riambau. Ediciones Cátedra. 1999.

Repàs per la trajectòria professional d’un dels directors més aplaudits de la segona meitat del segle XX. Lluny de ser polèmic –només el puritanisme i el políticament correcte l’hi considera— les seves pel·lícules conviden a visionar-se moltes vegades i no cansen mai. 

“Ha leído mucho pero raras veces va al teatro. Ve muchos films y dispone de una sala de proyección privada. Posee un sentido musical muy pronunciado. Es una persona muy cultivada hasta cierto punto, pero no conoce demasiado bien la pintura, aunque ahora se interese un poco más por ella y se dé el hecho de que su mujer sea pintora. Pero no conoce el Renacimiento italiano, por ejemplo. Es maestro de ajedrez, en su infancia en Nueva York, y posee este tipo de inteligencia. Se interesó mucho en las batallas de las dos guerras mundiales y la primera vez que vino a Europa creo que visitó todos los campos de batalla en Francia y en Bélgica. Además tiene un ojo extraodinario y sigue siendo un magnífico fotógrafo, increíble. Visualmente es increíble pero no sabe dibujar. Algunos realizadores tienen un concepto muy preciso de lo que ellos quieren, visualmente. Kubrick no puede funcionar realmente sin haber visto antes alguna cosa. Cuando le muestro un croquis, siempre opina que se trata de un croquis ideal y que no puede rodar a partir de eso. Siempre es necesario construir una maqueta, hacer proyecciones con diferentes objetivos para llegar a convencerlo. Y puede cambiar de opinión en el último momento”. 

Aquestes dues-centes seixanta-tres pàgines quedaran amorrades al piló de “llibres que em van portar els reis de l’orient el 2001 i que he rellegit ara amb devoció”.



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